Editorial 27 de Julio

| Posted in | Posted on 21:15

A la par que crece en los Estados Unidos de Norteamérica el grado de desaprobación a la gestión de Barack Obama, y, principalmente, a la continuidad de las empantanadas aventuras invasoras en Irak y Afganistan; en los últimos días, viejos tambores de guerra han vuelto a sonar en nuestra América Latina.

Una nueva y falsa denuncia por parte del saliente Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, impulsa una nueva fase en la Guerra Psicológica contra la República Bolivariana de Venezuela; y vuelve a poner en la agenda sudamericana la cuestión militar, la posibilidad, no en lo inmediato, es cierto, pero posibilidad mediata al fin, de que una conflagración regional estalle en nuestro continente de la mano del mayor poder militar del planeta.

Como afirmara Karl Von Clasewitz en su tratado sobre el arte militar, la guerra es la continuación de la política por otros medios; y la nueva campaña de deslegitimación al Gobierno democráticamente electo de Venezuela, tiro por elevación a los de Bolivia, Ecuador y Cuba, no escapa a tantas otras campañas pergeñadas durante décadas por los centros de poder norteamericanos, que incapaces de persuadir a los Pueblos (y faltos del deseo de), sólo apelan a la ley del más fuerte, la ley de las armas, para garantizar su estabilidad y continuidad.

Honda preocupación causa en los varones y mujeres honestos y sacrificados de nuestro continente, que en pleno siglo XXI persistan las amenazas a la autodeterminación de los pueblos y a la paz. Cuesta mantener la indiferencia ante las noticias de movimientos militares estadounidenses con Corea del Sur, la reactivación de la cuarta flota o el desembarco de marines en Costa Rica.

No sorprenden, en este contexto, las nuevas filtraciones de miles y miles de documentos que verifican las variadas acciones ilegales y arbitrarias cometidas por las fuerzas estadounidenses en todo el planeta, pero no por eso dejan de preocuparnos, e interpelarnos acerca de qué futuro nos depara este Imperio en decadencia, que no acepta la configuración de un Mundo Multipolar. Cobran especial relevancia, en ese sentido, las advertencias realizadas por Fidel Castro en sus reflexiones del 1º de Junio, sobre la inminencia de una nueva guerra mundial, de carácter necesariamente nuclear.

Hoy, más que nunca, urge hacer flamear banderas de Paz: no de la pax romana, no. Tampoco la paz de los cementerios. Creemos en la paz como consecuencia del respeto a la autodeterminación de los pueblos, como resultado de la igualdad material y formal de las y los ciudadanos y como expresión de la fraternidad entre las naciones y pueblos hermanos.

No queremos ni aceptamos la paz de la continuidad del sometimiento ni de la impunidad de los agresores. Como han demostrado las organizaciones sociales y políticas de Chile que le torcieron el brazo a la propuesta de impunidad que las Iglesias Católica y Evangélicas hicieron llegar al Palacio de la Moneda; como lo demuestran los nuevos intentos de diversos sectores en Uruguay que avanzan, contra toda oposición vacilante, por la anulación de la ley de Impunidad eufemísticamente denominada “de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado”; la Paz no se consigue ni olvidando ni perdonando, sino usando la memoria como un prisma que mira al Futuro.

Esta época que nos atraviesa, esta realidad que nos interpela, nos convoca a la audacia y la acción por la paz y la justicia, por la igualdad, el trabajo, la salud y la educación. Nos obliga a ser necios, a negarnos a aceptar lo dado, a mirar, denunciar y combatir la injusticia con todos nuestros esfuerzos y decisión. Extendemos nuevamente el Catalejo para conocer un poco más este mundo que vivimos, recordando aquella apelación de Brecht de no aceptar lo habitual como cosa natural, porque en tiempos de desorden sangriento, de confusión generalizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer, imposible de cambiar.

Comments:

There are 0 comments for the "Editorial 27 de Julio"

Publicar un comentario