Editorial - 9 de Noviembre

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Miedo es, según la Real Academia Española, en una primera acepción, la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Inquietud, percepción inquieta, ante la amenaza posible a nuestra vida e intereses, que puede provenir de la realidad, o de nuestra imaginación.

Miedo real e imaginario, miedo a juntarse y a organizarse, quisieron imponer con el Genocidio en nuestro país aquellos que ayer saludaron la muerte del genocida Massera. El merecido fin de Aquél amenazante almirante, aunque impune en muchas causas judiciales, es cierto, pero condenado por toda la Sociedad, murió corroido por el odio y la maldad que desplegó. Miedo tenían los asesinos, al proyecto emancipador que pugnaba por nacer desde las bases de nuestro Pueblo, nuestra Sociedad, para llevarlos a cometer el exterminio y la masacre cultural que cometieron con las Dictaduras.

Observar que en pleno siglo XXI, muchos Estados siguen reconociendo status de honor mientras rinden pleitesía a personas que, como Benedicto 16, pregonan el odio y la explotación, tiende, también, a inquietarnos, a amenazarnos. Porque reeditan, nuevamente, aquellas estructuras de pensamiento que legitiman y sustendan las masacres: ELLOS, los diferentes, los que no concuerdan con el ESQUEMA que yo planteo, SON UNA AMENAZA a NOSOTROS, ergo, ELLOS, categoría que excluye y excluye, cada vez más, DAN MIEDO. Las jerarquías católicas, también de las otras, tienen miedo a perder sus posiciones, a retroceder en sus conquistas, por eso intentan avanzar a toda costa y con ese tipo de discursos.

El miedo juega un rol fundamental en la especulación financiera. Especulación financiera, que se potencia y potencia cuando de un día para el otro llueven dólares por doquier en la economía. Dólares, que luego compran otros países, los cuales pasan a depender, una vez más, de la suerte del actor hegemónico en decadencia. Crisis de los Petrodólares fue 1973, crisis civilizatoria.

La Revolución Rusa, hace 93 años comenzaba (y continuaba), un proceso que sin dudas significó, durante todo el Siglo XX, la amenaza real y simbólica más grande que tuvieron los defensores y representantes de la cosmovisión individualista y egoista, conservadora, que el Capitalismo conlleva y representa desde sus orígenes. Revolución contra el Capital, definió un pensador italiano aquellla epopeya contra el Capitalismo y el Dogmatismo determinista de las fuerzas tradicionales.

Hoy, también, el Miedo empieza a ceder lugar frente a la esperanza, cuando nuevos imaginarios solidarios, comunitarios y sustentables atraviesan nuestro Continente, nuestra Patria Grande. Cuando se empieza a construir y reconstruir un nuevo NOSOTROS que incluye a nuestros hermanos más cercanos, de luchas y explotación, de resistencia y creación. Un nuevo NOSOTROS LATINOAMERICANO.

Hacia estos temas vamos a tratar de mirar hoy. Una vez más, volvemos a extender este Catalejo que rehuye al Miedo y apunta a la esperanza en nosotros. Y le rehuímosNo porque no existan los miedos, de los reales y de los imaginarios, de los individuales y los colectivos. El miedo, también, nos humaniza. Se trata de, también podríamos decír que apostamos a, recomponer los lazos con quienes tenemos al lado, a ver más allá de lo evidente, a adentrarnos en la visualización de los problemas comunes, para abordar y conseguir las soluciones colectivas, los sueños compartidos.

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